Parroquia de Santiago el Mayor

El Camino Neocatecumenal nace en el año 1964 en las chabolas de Palomeras Altas, en Madrid (España).

A principios de los años 60, Francisco José Gómez Argüello (Kiko), un pintor español, Premio Nacional de Pintura en 1959, después de una crisis existencial, descubrió en el sufrimiento de los inocentes el misterio de Cristo Crucificado, presente en los últimos de la tierra. Esta experiencia le llevó a abandonar todo y, siguiendo las huellas de Charles de Foucauld, se fue a vivir entre estos pobres de Palomeras Altas.

Carmen Hernández, también española, licenciada en Química, se forma en el Instituto de Misioneras de Cristo Jesús. Se licencia en Teología con los Dominicos de Valencia y descubre la renovación del Concilio Vaticano II a través del liturgista Mons. Pedro Farnés Scherer.

El temperamento artístico de Kiko, su experiencia existencial, su formación como catequista en los Cursillos de Cristiandad y el impulso de evangelización de Carmen, su preparación teológica, su conocimiento del Misterio Pascual y de la renovación del Concilio Vaticano II, unido al ambiente de los más pobres de la tierra, constituyeron el laboratorio que dio lugar a una síntesis kerigmática, teológico-catequética, que es la columna vertebral de este proceso de evangelización de adultos en que consiste el Camino Neocatecumenal.

Después de formase la primera comunidad entre los pobres y de que Kiko y Carmen fueran invitados por algunos párrocos de Madrid a llevar a sus parroquias esta experiencia, así como a Zamora, en diversos tipos de ambientes, se trasladaron a Roma de la mano de Mons. Dino Torreggiani, fundador del Instituto de los Siervos de la Iglesia (congregación de sacerdotes dedicada a la pastoral de los marginados, gitanos y migrantes), y que hoy se encuentra en proceso de beatificación.

En el año 1974, el papa Pablo VI, en una audiencia concedida a las primeras comunidades neocatecumenales, reconoce el Camino como un fruto del Concilio Vaticano II: “¡He aquí los frutos del Concilio! Vosotros hacéis después del Bautismo lo que la Iglesia primitiva hacía antes: el antes o después es secundario (…)

En 1990 san Juan Pablo II escribió en la carta Ogniqualvolta: “Reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación católica válida para la sociedad y para los tiempos de hoy”, y “deseo vivamente, por tanto, que los hermanos en el episcopado valoricen y ayuden –junto con sus presbíteros– a esta obra para la nueva evangelización”.

Desde el Jubileo de los jóvenes de 1984 y la primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) convocada por san Juan Pablo II en el año 1986, miles de jóvenes del Camino Neocatecumenal han acompañado al Santo Padre en estas jornadas. Desde entonces, en cada JMJ los responsables del Camino realizan un encuentro vocacional en los días posteriores a las jornadas, en el que cientos de chicos y chicas muestran su disponibilidad para el sacerdocio o la vida consagrada.

Benedicto XVI, asimismo, ha acompañado, sostenido y animado la expansión misionera del Camino. Durante su pontificado, en 2008, fueron aprobados los Estatutos de manera definitiva por el Pontificio Consejo para los Laicos. A su vez, la Congregación para la Doctrina de la Fe da su aprobación doctrinal al Directorio Catequético en el año 2010.

El 19 de julio de 2016 falleció Carmen Hernández, iniciadora del Camino junto a Kiko Argüello, y recibió sepultura en el Seminario Redemptoris Mater de Madrid. Al quedar incompleto el equipo responsable internacional, y a petición de la Santa Sede –según marcan los Estatutos del Camino–, año y medio después se incorporó como miembro de dicho equipo la española María Ascensión Romero, itinerante durante 25 años en Rusia.

El Camino Neocatecumenal está al servicio de los obispos y de los párrocos como itinerario de redescubrimiento del bautismo y de formación permanente en la fe, y es propuesto a los fieles que deseen reavivar en su vida la riqueza de la iniciación cristiana.

El Camino –cuyo itinerario se vive en las parroquias, en pequeñas comunidades constituidas por personas de diversa edad y condición social– lleva gradualmente a los fieles a la intimidad con Jesucristo y los transforma en sujetos activos en la Iglesia y testigos creíbles de la Buena Noticia. Es un instrumento para la iniciación cristiana de los adultos que se preparan para recibir el bautismo.